Durante todo el tiempo que llevamos en esta dichosa crisis, se habla mucho de los emprendedores que, evidentemente, han existido siempre pero que todos los gobiernos durante los últimos años, se empeñan en invocar constantemente.
Antes de emprender cualquier nueva actividad, nos surgen un sinfín de preguntas e inquietudes que se deben despejar al máximo, previamente y durante el período de desarrollo del proyecto.
Dejando a un lado el muy importante aspecto económico que acompaña en menor o mayor medida un nuevo proyecto, es muy significativo plantearse si queremos crear una empresa o realizar un negocio.
La demanda del mercado en general y, más aún, el comercio internacional, la globalización, nos ofrece posibilidades para hacer negocios rápidos -que no fáciles- comprando y vendiendo artículos o servicios de los cuales hayamos detectado una necesidad, bien porqué poseamos la información o por la experiencia necesaria. En algunos casos, y después de haber realizado varios negocios con éxito, esta actividad concreta puede llegar a ser el punto de partida para la creación de una empresa, aunque por lo general, no aporta mucho a la sociedad pues se trata de compraventas puntuales.
Por otro lado, el “espíritu emprendedor” lo entiendo más empresarial, comprometido con el aspecto social y del entorno. Una empresa, principalmente las pequeñas y medianas creo yo, tratan de crear valor en su entorno más cercano, aportando nuevas ideas o servicios, así como productos para mejorar algo que ya existe; ello conlleva puestos de trabajo directos y también indirectos. Es el compromiso de aportar valor sostenible.
Pero por lo general, no vemos que desde nuestros gobiernos se estimule correctamente al emprendedor para crear empresa. Creo que no se trata tan sólo de dar una subvención puntual, sino de no poner obstáculos durante ese período de emprendimiento; tampoco de crear problemas a los re-emprendedores que han aprendido de sus fracasos y errores, y que necesitan nuevas oportunidades para llevar sus proyectos por el buen camino. En muchos casos, el pequeño re-emprendedor no consigue salir de esa primera derrota, ante la idea instalada en nuestra sociedad, de deshonra frente a bancos y estamentos oficiales. A mi entender se trata de colaborar con el emprendedor, acompañándole durante un tiempo en su proyecto, pues, al fin y al cabo, no deja de realizar un servicio social por el hecho de crear una empresa y crear empleo.
Escrito por: Btie Barcelona